Aquí, en lo simple
Poema sobre la rutina cotidiana: fuerza en los pequeños gestos
Las manos tocan el aire,
quieren contenerlo todo.
Camino la casa,
enderezo un cuadro torcido,
ajusto un libro,
enciendo un incienso.
No busco perfección,
intento no fallar.
Una y otra vez.
Siento que las paredes me miran,
no con juicio,
sino con paciencia antigua,
una que entiende, sin palabras,
como si supieran
que el borde de la rutina
también es un lugar de fuerza.
Cada movimiento,
una cuerda tensa,
sí,
pero que sostiene.
Cada palabra,
un hilo que podría romperse,
sí,
pero que une.
Algo en mí
insiste,
no desde la incertidumbre,
sino desde esa alegría leve,
tranquila,
de saber que aquí,
en estos pequeños gestos
también doy lo mejor de mí,
aunque nadie lo vea.
Este poema honra lo invisible: los actos cotidianos que, sin reconocimiento ni aplauso, sostienen la vida y la llenan de sentido.