De la cicatriz, flores
Poema de la herencia femenina: sanar la herida y florecer
Soy la nieta, la hija, la hermana
de mujeres que bordaron esfuerzo
en el lienzo gastado de la historia.
De ellas recibí un brasero
que aún arde en mis manos.
Camino junto a ellas
con todas sus lunas en mi espalda.
En los hilos del ahora
tejo resiliencia que las resignifica,
disciplina que las honra.
Con mi voz
las defiendo del hambre.
En el pulso de mis venas
canta su fuerza indómita.
De nuestra cicatriz,
flores blancas:
belleza del fruto secreto
que nuestro linaje guarda.
A una bisabuela de apellido Vera, cuya lucha reconozco y honro: merecía obtener justicia; a una abuela que, a pesar de la crudeza de la época, no necesitó de nadie para mantener a su familia a salvo y unida; a una abuela a la que no le quedó otra opción que resistir el golpe y nunca perdió su ternura; a una madre que, a pesar de tanto dolor, sigue dando su amor y su sonrisa; a una hermana mayor, fuerza que me salvó.
De la cicatriz, flores blancas con mi voz
