El misterio se canta
Desnudos de nombre,
bajamos al círculo.
La sal del origen
aún duerme en la lengua.
Desnudos de nombre,
bajamos al círculo.
La sal del origen
aún duerme en la lengua.
Ya no busco en lámparas ajenas
lo que, con suavidad, arde dentro.
No releo verdades en otros ojos;
prefiero encarnarlas, simplemente.
Si el cuerpo recordara
lo que las neuronas olvidan
en el intrincado poder de sus circuitos,
la piel revelaría, sin pudor,
la sabiduría atávica
de lo sobrevivido.
Crees que todo recae sobre el cuerpo,
que el día empieza
con una lista de acciones urgentes.
Pero si das permiso a la respiración
para que penetre en tu vida,
lo esencial murmura debajo:
una vibración leve,
como el sonido final del cuenco tibetano
que todavía se estira en el aire.
Hay vivencias que
no caben en el cuerpo:
se quedan en la garganta,
casi siempre en el estómago
Mientras la niña interior medita, sincroniza
el latido de sus fractales con el universo:
No heredé rezos,
los recordé.
No copié caminos,
los caminé con pies valientes.
hoy me hablé
como si nunca me hubiera fallado
Aunque estos huesos conocen la quietud
y las grietas de su casa,
su fuerza interna acepta
el ruido.
Si me pongo la máscara,
sabiendo que es solo eso,
estoy honrando su cuerpo.
He vuelto al lugar donde soy
la semilla y el fruto,
donde mi mente se desarma,
un desprenderse necesario.
Está en el borde de mi cama.
La mente se asoma,
como un niño inquieto en la ventana,
esperando oír su nombre.
No es fácil. Todo afuera
dispersa, distorsiona, dificulta.
Lo observo desde dentro;
en su núcleo hay miedo.
Escudriño más profundo,
donde la luz se mantiene intacta,
donde cada filamento encuentra su lugar
y nada se deshace.
donde la luz se mantiene intacta,
donde cada hilo encuentra su lugar
y nada se deshace.
Como árboles que extienden sus raíces,
y con sus hojas se buscan,
en comunión con el bosque.
De cada verdad revelada,
nace un pájaro:
uno que canta solo cuando el alma lo escucha.
Se posa en el lado del pensamiento crítico
y decide quedarse,
suave, tibio, inmenso.
Antes de integrar lo nuevo,
hay que repasar el caos que fuimos,
el poso de las promesas con las que nos mentimos
y los vestigios de lo que nos arrastró
por caminos sin mapa ni corazón.
Que también es ese grito de guerra que me niego a domar
y el correr descalza en medio del desastre,
porque sé que la alegría crece en la hierba fresca.
Es momento de olvidar las reglas que juramos seguir,
de dar paso a la intuición que no pide permiso.
La espiral giró sobre sí misma,
se disfrazó de línea de tiempo.
El cuadrado mostró el hogar y la cárcel.
Tierra,
cuerpo,
hambre,
miedo.
El corazón avanza,
la mente inferior se queda al margen;
lo material, menos tangible,
cede su poder al elevarse.
Cuando la nieve derrama su bendición
frente a la puerta de mi hogar,
el vaho en los cristales revela los versos
de una canción inédita escrita en la ventana.
[…]
Permanezco en la flor de la filosofía,
abriéndome al no-tiempo.
Su antesis agita los dormitorios,
legitimando la belleza del vacío.
[…]