Poema sobre los deseos del corazón: anhelos que no esperan
Hay un lugar, cerca del esternón,
que no sabe mentir.
Hay un lugar, cerca del esternón,
que no sabe mentir.
La abuela parte el pan sobre la tabla
con movimientos suaves, como si supiera
que el cuchillo no corta solo el pan.
Desnudos de nombre,
bajamos al círculo.
La sal del origen
aún duerme en la lengua.
Ya no busco en lámparas ajenas
lo que, con suavidad, arde dentro.
No releo verdades en otros ojos;
prefiero encarnarlas, simplemente.
Si el cuerpo recordara
lo que las neuronas olvidan
en el intrincado poder de sus circuitos,
la piel revelaría, sin pudor,
la sabiduría atávica
de lo sobrevivido.