Poema sobre dejar de buscar señales y elegir actuar
Eligir actuar
Imagina un sendero abierto al borde de una arboleda.
La tarde cae lenta
y el aire huele a hierba húmeda.
Guardián del umbral,
aunque me arrancaste del gris
y me arrojaste al recinto donde la espera
se volvió signo en la lengua,
Mi madre se dormía
con las manos cerradas.
No sé qué sujetaba.
Ya no sé fingir.
O no quiero hacerlo.
Alguien, a mi lado, escupe su enfado.
Espera mi voz de consuelo.
Le ofrezco silencio, sin juicio.
Hay un lugar, cerca del esternón,
que no sabe mentir.
Ya no busco en lámparas ajenas
lo que, con suavidad, arde dentro.
No releo verdades en otros ojos;
prefiero encarnarlas, simplemente.
Si el cuerpo recordara
lo que las neuronas olvidan
en el intrincado poder de sus circuitos,
la piel revelaría, sin pudor,
la sabiduría atávica
de lo sobrevivido.