Poema sobre límites invisibles y la fuerza de liberarse
En la plaza,
un hombre mira
cómo su hija corre detrás de la pelota.
Ella se detiene al borde de un muro,
mide la distancia
y renuncia a saltarlo.
En la plaza,
un hombre mira
cómo su hija corre detrás de la pelota.
Ella se detiene al borde de un muro,
mide la distancia
y renuncia a saltarlo.
En una estación,
un hombre me pide que custodie su mochila.
Guardián del umbral,
aunque me arrancaste del gris
y me arrojaste al recinto donde la espera
se volvió signo en la lengua,
Mi madre se dormía
con las manos cerradas.
No sé qué sujetaba.
Ya no sé fingir.
O no quiero hacerlo.
Alguien, a mi lado, escupe su enfado.
Espera mi voz de consuelo.
Le ofrezco silencio, sin juicio.