Cachopo

A Manuel C.G

Nos encontramos donde el aire tiene aroma a nutrición,
un espacio sagrado y cálido,
sin más origen que el momento.
Las cabezas, separadas por siglos y neuronas,
al fin convergen, aunque no se tocan.

No hay necesidad de dar forma a lo que es claro:
tú, tan inteligente, tan idéntico,
y yo, en el borde de tu mirada;
eso no se cuestiona.

Saqué tu cuerpo de mi cuerpo con mis manos,
separé yo misma tu piel de la raíz.
Es una rareza, tal como la palabra cachopo,
sustantivo místico ya para mí, después de este poema.

En este punto, en el que la distancia es una mentira,
no hay otro gesto que el del simple agradecimiento:
por haberme hallado,
por haberte hallado,
en el único lugar donde no hay nombre
para lo que somos.

Te Amo.

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