Dos minutos

A Cristóbal C.G.

Detener el tiempo no es un truco,
ni un deseo que se manifiesta en palabras usadas.
Es la fuerza exacta donde ceden el «ahora» y el «nunca»,
el instante, rendido a nuestras conciencias.

Los átomos de los dos cuerpos obedecen un mandato:
al amor.

Nos sentimos:
lo que fuimos
lo que somos
lo que seremos
escrito en un libro ilegible.

El reloj no está roto, pero las agujas marcan «ahora».
No hay pactos con lo inmóvil.
Solo este momento que sucede y persiste,
más allá de dos minutos
de circunstancias
de ruido de fondo
de lámparas apagadas.

Amarte, hijo, es estar aquí, quietos:
tú, sobre mi regazo; yo, sosteniendo tus sueños,
sin reclamarte presente
sin exigirte futuro.

Por amor a la poesía

Únete para recibir en tu bandeja de entrada
poemas y textos que quizá te inspiren.

error: Contenido protegido