Poema sobre la herencia emocional de la infancia y la dificultad de nombrar el amor
Mi madre se dormía
con las manos cerradas.
No sé qué sujetaba.
Mi madre se dormía
con las manos cerradas.
No sé qué sujetaba.
Ya no sé fingir.
O no quiero hacerlo.
Alguien, a mi lado, escupe su enfado.
Espera mi voz de consuelo.
Le ofrezco silencio, sin juicio.
[…]
El cálido viento de entonces,
casi perceptible ahora,
mueve las amapolas.
El manto de espigas
permanece inmóvil.
Los dedos de la niña
intentan intuir
la textura del pétalo
que se deshace,
se desvanece
junto a la imagen,
hoy desenfocada.
[…]
Ya estoy al otro lado del puente.
No tengo prisa.
Te espero.
Hay un lugar, cerca del esternón,
que no sabe mentir.