Madre interna

No es una habitación cálida
ni un hogar confortable,
es algo menos visible, más áspero.
Un borde que me abraza
que insiste en la noche.

La busco en la línea que deja el cansancio,
en las esquinas donde mi sombra se repliega,
allí donde debería escuchar:
«Cuídate».
Una parte de mí responde: «No hay tiempo».

Quiero decirle que la entiendo.
Que la espero sin juicio.
Pero también le exijo.
Le pido el abrigo de sus manos,
busco en ella a la madre que me dio este cuerpo.
Su afirmación es simple:
«No huyas de ti.
Quédate.
Cuídate».

Y si no llega, si no responde,
con torpezas, pero firme,
aprendo a ser
un lugar habitable.

Por amor a la poesía

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