Es momento de olvidar las reglas que juramos seguir,
de dar paso a la intuición que no pide permiso.
Entre el hacer y el ser hay un espacio
que no se llena de obligaciones,
ni de expectativas que atrapan.
El tiempo ahora no se mide.
Los milagros están aquí,
en lo que no podemos ver
cuando intentamos mirar demasiado
y nos olvidamos de bailar.
El juicio, esa herida que mostramos,
un trofeo, ahora se convierte
en agua que el amor evapora.
Agradecer, ahora,
es un instante sin retorno,
una inclinación sin esfuerzo
hacia lo que ya es,
sin necesidad de ajustarse a las formas
que creímos necesarias.
Dejemos ir la carga,
y en esa liberación,
lo que pensábamos perdido
se acerca.
Volvamos a un regreso sencillo,
recordando nuestra primera respiración.
Conscientes.