Poema sobre la resonancia compartida: no existe la separación
El plato vibra
cuando alguien lo deja sobre la mesa.
Esa oscilación viaja,
se adhiere a la piel del día
como un resplandor discreto.
El plato vibra
cuando alguien lo deja sobre la mesa.
Esa oscilación viaja,
se adhiere a la piel del día
como un resplandor discreto.
El oxígeno que exhalas, que también inhalo,
es un huésped que lleva siglos viajando:
ya fue aliento de un árbol antiguo,
vaho de un mundo que ya no existe,
fragancia viva de otros pulmones.
La abuela parte el pan sobre la tabla
con movimientos suaves, como si supiera
que el cuchillo no corta solo el pan.
Una de las sillas está bajo el árbol.
El sol atraviesa sus hojas;
todo lo que queda después,
sombra y frescor que todos agradecemos.
No era la primera vez
que alguien me decía «cuídate»
al despedirse.
Sin embargo,
algo en su tono se quedó en mí,
como una mano en el hombro
en el momento oportuno.