Poema sobre límites invisibles y la fuerza de liberarse
Las pulgas del frasco
En la plaza,
un hombre mira
cómo su hija corre detrás de la pelota.
Ella se detiene al borde de un muro,
mide la distancia
y renuncia a saltarlo.
Poemas que alzan la voz contra el límite, la injusticia o la opresión.
Pero a veces,
una amapola
rompe el trazo.
Su tallo replica el ímpetu
de las semillas valientes,
que el sol consagra
con su mirada oblicua.
…
Cuando te abres, tantas veces,
te vuelves el espacio
que cualquiera puede atravesar, sin gratitud
(esa energía que recarga).
Te sacaban del aula.
Te dejaban en el pasillo,
con una hoja en blanco
y la espalda en llamas.
En el patio de al lado
un niño trepa sobre la mesa de jardín.
Levanta los brazos,
gira en círculos,
grita un nombre inventado.
Que también es ese grito de guerra que me niego a domar
y el correr descalza en medio del desastre,
porque sé que la alegría crece en la hierba fresca.
Hay pensamientos que, al hacerse palabra, abren grietas antes de perderse en el aire. O caen como piedras: indiferentes al agua, a la onda que provocan, o a la vida que dañan.
El corazón avanza,
la mente inferior se queda al margen;
lo material, menos tangible,
cede su poder al elevarse.
Convoco en el espejo
a todas las mujeres
que se amaron
y a las que la muerte
no se llevó del todo
porque sus obras
sus antídotos
sus inventos
sus descubrimientos
sus creaciones
son inmortales
[…]