Poema sobre la ternura cotidiana de la abuela: el lazo invisible con los que amamos
La abuela parte el pan sobre la tabla
con movimientos suaves, como si supiera
que el cuchillo no corta solo el pan.
La abuela parte el pan sobre la tabla
con movimientos suaves, como si supiera
que el cuchillo no corta solo el pan.
Desnudos de nombre,
bajamos al círculo.
La sal del origen
aún duerme en la lengua.
Ya no busco en lámparas ajenas
lo que, con suavidad, arde dentro.
No releo verdades en otros ojos;
prefiero encarnarlas, simplemente.
Si el cuerpo recordara
lo que las neuronas olvidan
en el intrincado poder de sus circuitos,
la piel revelaría, sin pudor,
la sabiduría atávica
de lo sobrevivido.
Crees que todo recae sobre el cuerpo,
que el día empieza
con una lista de acciones urgentes.
Pero si das permiso a la respiración
para que penetre en tu vida,
lo esencial murmura debajo:
una vibración leve,
como el sonido final del cuenco tibetano
que todavía se estira en el aire.