Ya no lucho

Aunque estos huesos conocen la quietud
y las grietas de su casa,
su fuerza interna acepta
el ruido.

Y sin embargo

He aprendido a no contar las veces que no ocurrió nada.
No porque no duelan —duelen—,
sino porque esa álgebra no vuelve fértil la tierra.

La sabiduría

Está en el borde de mi cama.
La mente se asoma,
como un niño inquieto en la ventana,
esperando oír su nombre.

Latente

Entiendo mi invierno,
en esta estación,
soy un árbol que se guarda.
Cada rama, cada propósito,
es un puño cerrado que acumula.
No hay prisa.