Nueva humanidad
El corazón avanza,
la mente inferior se queda al margen;
lo material, menos tangible,
cede su poder al elevarse.
El corazón avanza,
la mente inferior se queda al margen;
lo material, menos tangible,
cede su poder al elevarse.
Detener el tiempo no es un truco,
ni un deseo que se manifiesta en palabras usadas.
Es la fuerza exacta donde ceden el «ahora» y el «nunca»,
el instante, rendido a nuestras conciencias.
Vuelvo al reflejo en el que, por vez primera, rechacé mi rostro pecoso, para susurrarme al oído una canción que años más tarde escribiré:
[…]
Me impaciento…
Sin embargo, necesito que el tiempo se detenga.
Tú dentro, al resguardo de mi sangre.
No fuera que hace mucho frío
y el ruido es muy intenso.
Tú duerme mientras mamá se desespera.
Me impaciento…
[…]
Y aunque el nombre de madre
lo he ganado al concebir
recipientes de sangre,
sé que el infinito lo nombra
como horizonte humano
que abraza en su pecho.
[…]
Nos encontramos donde el aire tiene aroma a nutrición,
un espacio sagrado y cálido,
sin más origen que el momento.
Las cabezas, separadas por siglos y neuronas,
al fin convergen, aunque no se tocan.
A mis hijos,
Os vi nacer, crecer, madurar, y sigo sintiendo la misma voluntad de sosteneros, aunque ya no os sujete tan fuerte. Os prometí que estaría siempre cerca. Os vi volar, y ese es un dolor dulce que no sabía que sentiría.
[…]
El aroma de su comida
me habla de la emoción
que siente el estómago
saciado de felicidad,
de la fruta con sabor a ajo
porque ese es el olor
de la sabiduría de sus manos
y de tanto, tanto, cariño
que hay suficiente para
llenar las fiambreras.
[…]